Tomás de Aquino, un filósofo y teólogo medieval, tiene un texto sumamente claro con respecto a la natural aspiración que posee el ser humano al anhelar conocer lo que ve en el mundo por sus causas. Esto lo hace poniendo en ejercicio su potencia más perfecta: su inteligencia. La cita es la que sigue:
Se encuentra naturalmente en todos los hombres el deseo de conocer las causas de aquellos seres que se mueven; de donde en razón de la admiración de aquellos que han sido vistos, cuyas causas se ocultan, los hombres, en primer término han comenzado a filosofar; y encontrando las causas se aquietaba su deseo. La investigación persiste hasta tanto se llegue a la primera causa. Cuando conocemos la primera causa, entonces apreciamos conocer perfectamente. En forma consiguiente, el hombre desea conocer naturalmente la primera causa que es también el último fin.
El texto es sumamente claro y expeditivo con respecto al tema que nos ocupa, pero intentaremos explicitarlo para una mayor comprensión de los lectores. En el ser humano, dice el filósofo, se da naturalmente el deseo de conocer las causas de los seres existentes en el mundo. Al mencionar la palabra “naturalmente”, entendemos que se quiere decir que este anhelo de conocer le es propio y consustancial al ser humano. Es un claro rasgo de su ser esencial más profundo. El ser humano naturalmente quiere conocer lo que ve, y conocer sus causas; saber de dónde ha salido, qué lo ha originado.
Esta actitud es la esencia de la actitud filosófica ya que, según su definición propia, filosofía significa amor a la sabiduría o, lo que es lo mismo, anhelo por saber. Este anhelo por saber, esta tendencia a conocer, no se acaba en el objeto conocido ni se sacia en el mismo sino solamente cuando conocemos su causa. Así, dice Tomás de Aquino, el deseo se aquieta cuando el hombre conoce las causas de lo que conoce. De este modo, podemos avanzar un paso más y mencionar que el anhelo por conocer del modo enunciado solamente se aquietará en forma completa cuando se alcance el conocimiento de la primera causa, de la causa principal y eminente de todo lo que existe.
En consideración de lo dicho podemos concluir que el ser humano se encuentra naturalmente orientado hacia la actitud filosófica de conocer causalmente. Así, ser filósofo, el anhelar saber, profundizar en el conocimiento de lo que ve diariamente, es completamente connatural al ser humano. Su característica más distintiva radica en esto: afanarse por conocer lo que ve y buscar sus causas ocultas, hasta llegar irremediablemente a la primera causa, ocasión en que su apetito por saber se saciará definitivamente.
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El motivo de mi pregunta es que he intentado comprarlo por correo y luego de llenar el formato, me aparece de nuevo el mismo formato en blanco , como para llenarlo de nuevo y así indefinidamente. Puede ser fallla mía, pero no logro conseguir la causa de la causa, que pareciese ser la causa del mal causado. Gracias
¡Bueno con Don Tomás! Quizás no pensó que el mundo cambiaría tanto como es hoy. Porque esa curiosidad por la primera causa ha muerto, exagerando un poco. Para explicarlo mejor, y hablando exclusivamente de los que viven en grandes ciudades. 1) Las mujeres (aclaro que mi pensamiento no significa desmedro alguno del género- tienen cosas que no y otras que sí) en general, no tienen ningún interés por causa alguna; son hipervividoras del momento y lo hacen con una habilidad muy superior al hombre porque se manejan con su intuición. Conocí mujeres con gran anhelo de conocimiento y curiosidad por las cosas pero son una aguja en un pajar. ¿Un ejemplo práctico e imperfecto? Son capaces de manejar estupendamente y mucho pero jamás se preguntarán qué pasa cuando ponen el contacto. 2) Los hombres tienen más tendencia al saber causas pero ésta es carcomida por lo «aplicativa» que pueda ser (por ej. un analista político que intenta ver tendencias y mucho menos el por qué- estamos en un excelente momento para obseervarlos). También, quieren saber sólo lo que tiene que ver con el negocio; al resto lo consideran prescindible, como si el conocimiento ocupara lugar. En lo que coincido es en que HAY HOMBRES que son así y Sto. Tomás fue uno. Pero lamentablemente son pocos.
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