Reflexionando sobre el tema de la invalidez en el ser humano, vino inmediatamente a mi recuerdo el caso del músico de jazz Michel Petrucciani. Michel, quien ya falleció, llevaba sobre sus espaldas uno de los casos de invalidez corporal más extremos, especialmente incapacitante para una persona que tocaba el piano. Y sin embargo, a pesar de todos sus condicionamientos físicos y seguramente también psicológicos, él no se decidió a ser un inválido. No dió su consentimiento. Nunca admitió para sí mismo la invalidez como una forma de vida. Veanlo ustedes mismos en el siguiente video.
El caso de Petrucciani, y el de tantos otros, me ha llevado a la conclusión de que para vivir la vida como un inválido, entregados displicentemente al simple paso del tiempo y a la depresión, sin hacer nada para sobreponerse a ello, deben concurrir diversos factores. Se requiere, en primer lugar, una privación física, psicológica o de otro tipo. Pero además se requiere de nuestra indelegable decisión de vivir la vida como un inválido. Debemos dar nuestro concentimiento a la invalidez para que ella domine nuestra vida.
A la pianista china GuiGui Zheng le faltan todos los dedos de su mano derecha. Imagínense la cara de sus profesores de piano y de sus padres cuando les dijo, convencida, de que «a pesar de ello» quería ser pianista. Veanla manifestar su decisión de no ser una inválida.
No nos referemos aquí, valga la aclaración, a casos donde la invalidez impide la decisión conciente, sino a aquellos en los cuales la misma no se encuentra disminuída.
De este modo, entonces, me parece que para vivir la vida como un inválido, es decir, bajo la convicción personal de que no tenemos valor para realizar ninguna actividad, lo que debe primar no son los condicionamientos externos de la persona sino la decisión sobre la misma que tome en lo más profundo de su corazón. Cuándo, qué día y a qué hora, nos decidimos a ser inválidos, es la pregunta que debe responderse toda persona que se encuentre en dicha situación.
Le hemos concedido a la invalidez, en forma absolutamente conciente, el permiso de apoderarse de nuestra vida.
Existen numerosos casos, y los psicoterapeutas saben mucho de eso, donde las personas viven como inválidos sin tener ninguna disfunción física, sino psicológica. Enteritos de cuerpo, viven la vida como necesitando una silla de ruedas. Para ellos también caben todas las reflexiones aquí mencionadas, porque no podemos admitir que Michael Petrucciani no tenía que lidiar también, además de con su condicionamiento físico, con un condicionamiento psicológico de suma importancia.
Finalmente: Para quienes no han perdido el poder de decidir sobre su propia vida, la invalidez es una elección consciente y no una trágica broma del destino. A pesar de los innumerables condicionamientos físicos, psicológicos o espirituales que tengamos, que son completamente reales, tenemos también la posibilidad de optar por no concederle a ellos el poder de apoderarse de nuestra vida y dominarla.
Prof Hugo lo felicito por tan excelente información que nos proporciona y de verdad que en la vidad uno debe realizar canbios , pero canbios para bien y que realmente eso no ayude ser personas de canbio tanto en lo personal y poder ser un ente multiplicador en la sociedad.
Solo tengo unos dias leyendo sus aticulos y de verdad prof Hugo soy muy probechosos y de mucha información se le agradece cada articulo que nos facilita..
Muchas gracias
excelentes articulos prof Hugo de verdad que sumamente inportante toda esa información
He visto los videos y me he quedado asombrada. La fuerza de voluntad, el trabajo y el esfuerzo de ciertas personas que llegan a conseguir sus propios objetivos, a pesar de sus incapacidades físicas , constituyen un modelo de excelencia a seguir por todos nosotros. Muchas gracias Prof. Hugo por tus enseñanzas.
Si yo cada vez que investigo sobre este tema no paro de sorprenderme mas y mas. En mis charlas he dicho cada cosa tan increible.
Sibsupieramos nuestra capaciudad de autocuracion hace tiempo que nadie estaría enfermo
Hermoso artículo Hugo. Hace un tiempo gestioné un proyecto que instaba a regalarse a los artistas de toda índole. Fue grande mi sorpresa cuando niños Down hacían las delicias de los abuelitos de un hogar con sus cantos y bailes. Fue para mi una tremenda enseñanza ya que capté que todos tememos algo que regalar y sólo aquellos que lamentan sus cuitas y esperan producir lástima son los verdaderos inválidos porque no dan valor a sus propias vidas. Aquellos que valoran sus propios talentos y se entregan a otros jamás serán inválidos.