No se en otros parajes, pero en Argentina -aunque el ser humano es esencialmente mediocre allí donde se encuentre- se ha puesto de moda durante el año 2008 la promoción al estandarte de ídolos sociales a ciertos personajes de dudosa reputación o, si se quiere, de escasos méritos. Es el caso de Cumbio -la flogger más famosa de Argentina-, entre muchos otros, pero usaremos este caso en forma referencial.

Cumbio Flogger

Cuando hablamos de ídolos sociales, es menester hablar de modelos, es decir, de seres humanos que sean modelos de algo, a los cuales se los presenta en sociedad para que «iluminen» a la misma con su particularidad ejemplar. Las personas modelos deben tener al menos uno de los siguiente dos componentes:
1) Un talento o don recibido: Este talento los hace especiales y únicos pero no, por supuesto, por mérito propio, pues el don o talento no se lo han dado estas personas a sí mismas. El ejemplo más paradigmático es, en el fútbol, el de Diego Armando Maradona, el cual recibió un extraordinario talento para jugar al fútbol, pero ese talento no es mérito de él pues no se lo dió a sí mismo. Lo que será o no su mérito es lo que él haga con ese talento, si lo desarrolla al máximo o no, o si solamente atenta contra el mismo.
2) Mérito por las acciones y actos: Una persona puede o no tener un talento extraordinario -aunque todos tenemos talentos y dones en ciertas medidas-; sin embargo, hay una actitud meritoria en la medida en que la persona puede honrar el talento recibido y ayudar a que el mismo se desarrolle y manifieste plenamente, o no. Allí estará su mérito. El caso de Maradona, aunque no es conocido por nosotros en profundidad, parace ser el de una persona que ha atentado sistemáticamente contra sus dones y sus talentos, evitando que los mismos se manifiestes plenamente. En este sentido, habría poco mérito allí, pero mucho talento.
Diego Maradona

La mejor combinación es la de un gran talento con un gran mérito, aunque a mi manera de ver, el mérito es lo más importante aún con talentos o dones limitados y no tan extraordinarios. Históricamente las sociedades han tenido diversas combinaciones de ídolos, pero en general han puesto más el acento en las personas con grandes talentos pero no con grandes méritos.

La decadencia en la cual se encuentran inmersas nuestras sociedades ha dado una vuelta de tuerca descendente con estos nuevos ídolos de barro: ellos ya ni siquiera tienen un talento extraordinario, y mucho menos un mérito digno de destacar. Ya ni siquiera queremos parecernos a Maradona, somos tan decadentes que nuestra juventud quiere parecerse a Cumbio. ¿Es sorprendende que con tales modelos, lo único que crezca en nuestra sociedad es la cantidad de gente que se droga y que delinque? ¿No tendremos que sentarnos seriamente a pensar sobre cuales son los modelos que los ponemos delante a nuestra sociedad, y especialmente ante nuestros jóvenes?

Por Hugo Landolfi