Si Dios no existe, no hay nada bueno ni malo para el hombre. Todo, absolutamente todo, se transforma en arbitrario. No hay nada que sea específicamente bueno para nosotros, que nos haga bien; ni hay nada específicamente malo y que nos haga mal o nos dañe. Desaparecería incluso el amor.

Suponiendo por un imposible que Dios no fuese para el hombre un bien de verdad, algo que es bueno, no habría para el hombre tampoco razón alguna para amar. Tomás de Aquino, Suma de Teología.

Sin embargo, el hombre sufre un gran daño y perjuicio que se manifiestan en la desesperación y la angustia extrema en que vive cuando vive olvidado de Dios. Si la tesis que sostiene que Dios no existe fuera cierta, el hombre, al elegir arbitrariamente, ya sea cuidar enfermos o conducir a la cámara de gas a millones de inocentes, como diría Camus, no se angustiaría ni se desesperaría. Porque, dijimos, la inexistencia de Dios borra de plano la idea del bien y del mal, lo bueno o malo para el hombre. Pero, sin embargo, el hombre ante la arbitrariedad de sus elecciones, ante la falta de significado de su vida, se angustia y se desespera, pues busca y necesita desesperadamente del bien. Del Bien Supremo, que es Dios. Esto también demuestra, por vía del absurdo, la existencia de Dios. Si Dios no existiese, sin importar lo que hiciéramos, no deberíamos angustiarnos ni desesperarnos, pues nuestra vida misma estaría diseñada para no esperar nada y para no angustiarnos ante lo ausente. No sentiríamos el dolor.

La angustia frente al dolor requiere de la existencia del mal, que, a su vez, requiere de la existencia del bien, pues el mal es un bien ausente y debido. Pero sin Dios no hay mal ni bien, sino solamente arbitrariedad. Pero puesto que existe el dolor, ha de existir el mal y, por ende, el bien. Por ende, ha de existir Dios.

Así como para la delectación se requieren dos cosas, cuales son la unión con el bien y la percepción de esta unión; así también se requieren dos cosas para el dolor, esto es, la unión con algún mal (que es mal por lo mismo que priva de un bien) y la percepción de esta unión. Ahora bien, todo lo que se une, si no tiene razón de bien o de mal respecto de aquel al que se une, no puede causar delectación o dolor. Por lo cual es evidente que el objeto de la delectación y del dolor es algo bajo la razón de bien o de mal. Tomás de Aquino, Suma de Teología.

Si nos desesperamos y nos angustiamos es porque hay algo ausente que el hombre necesita. Un bien debido. Esto ausente no será, tampoco, arbitrario, pues sino ante el olvido de Dios se angustiarían y desesperarían unos pocos y no casi todos, como en efecto sucede. Esa ausencia añorada, esa salvación de la muerte de un ser consciente de la misma que quiere vivir por siempre, no es otro que el rostro de su Dios. Su Creador.