Parece ser, y la experiencia lo comprueba, que el grueso de los seres humanos tenemos la tendencia de elegir, ante una dificultad o desafío, el camino mas “fácil”, es decir, aquel que conlleva menos esfuerzo inmediato. Esta elección, no sin lógica, nos asegura un bienestar inmediato, pues esforzarse para lograr algo implica la perdida de cierta “comodidad” estructural que el ser humano posee cuando no se haya comprometido con ningún objetivo.

Sin embargo si nos limitamos a considerar los efectos a largo plazo de tal elección nos encontraremos con que lo que en principio era “fácil” y brindaba cierto “bienestar”, pues incluía una cierta gratificación inmediata producto del no esfuerzo, nos conduce a un panorama “difícil” y de “menor bienestar” a largo plazo.

La resignación del bienestar inmediato por objetivos de largo plazo parece ser una de las claves que han hecho que seres humanos como nosotros hayan alcanzado resultados que todavía no hemos alcanzado. Es más, lo logros mas singulares de la especie humana, aquellos que muestran la esencia maravillosa del ser humano, se han obtenido aplicando esta formula.

La paradoja que se presenta aquí es alarmante: al elegir el camino “fácil” en la creencia de que seremos más felices nos conduce a largo plazo a una resultado completamente opuesto.

Quien ha decidido estudiar una carrera universitaria, resignando numerosas actividades lúdicas y de muchos otros tipos que aquellos que decidieron no estudiar tal vez no hayan resignado, seguramente ha alcanzado, luego de esos años de “sacrificio” y “resignación”, una calidad de vida que aquel que no estudio no ha alcanzado y tal vez nunca alcance.

Mas allá de los comentarios precedentes debemos someter a revisión el hecho, planteado como evidencia en las líneas que anteceden, de si efectivamente cuando nos comprometemos a una meta a largo plazo debemos renunciar a cierta “comodidad”.

(c) 2006 Prof. Hugo Landolfi