Aristóteles decía que «La excelencia moral es el resultado de nuestros hábitos. Nos hacemos justos realizando repetidamente actos de justicia. Nos hacemos valientes realizando repetidamente actos de valentía».

Este modo de lograr la excelencia puede trasladarse casi a cualquier ámbito de operaciones del ser humano. Así, por ejemplo, podemos decir que nos hacemos buenos realizando repetidamente actos de bondad. El realizar repetidamente determinadas acciones, no de modo automático sino voluntariamente, lleva a la formación en nosotros de determinados hábitos que, si son buenos y acordes a la naturaleza humana, pueden ser llamados virtudes. Una virtud es simplemente un hábito bueno, mientras que un vicio es un hábito malo o contrario a la naturaleza humana.

La excelencia, sin importar del campo en que se aplique, no es un simple acto sino un conjunto de actos constantes orientados a perfeccionar nuestras artes en el campo de que se trate. Esta realización constante de actos generará en nosotros hábitos buenos o virtudes. Ser excelente, entonces, significa ser virtuoso o, más simplemente, ejercitar actos acordes a la naturaleza humana y vinculados a la actividad en la cual queremos lograr la excelencia.

Para finalizar, enconces, podemos decir que lo que nos hace ser lo que somos es lo que elegimos hacer mediante actos y obras momento a momento; nuestras acciones constantes y repetidas. Así, entonces, somos lo que hacemos a cada momento. Eso nos define.

Por Hugo Landolfi