Cuando hablamos de Modus operandi, nos referimos a una expresión que deriva de la lengua latina y que se utiliza habitualmente en la lengua castellana de uso cotidiano. Significa “modo de operar o de ejercer una actividad”. Implica la idea de un modelo operativo bajo el cual funciona algún tipo de organización, en función de la cual la misma es regida. Es un modelo —modus—, que además opera —operandi—, es decir, es un modelo cuyas actividades se hacen manifiestas en el mundo en el cual vivimos mediante obras y acciones específicas de sus actores y gestores. Estas acciones afectan de una determinada y particular manera a las personas que son objetivo de sus actividades y que, por ende, consumen sus productos o servicios.
Cualquier modus operandi, entonces, se puede representar y simbolizar mediante un conjunto de pasos operativos interrelacionados que, a la manera de un esquema productivo, desarrollan de principio a fin su actividad. Este modelo operativo interrelaciona, mediante diversos pasos o estadios, los modos y maneras en que los actores de un determinado proceso organizativo opera en un medio social determinado.
El modus operandi que vamos a considerar se puede aplicar a un conjunto de actividades que son todas análogas entre sí, es decir, que funcionan bajo un modelo operativo organizacional común. La diferencia entre ellas radica, sin embargo, en el producto o servicio específico que la operación promueve. Nuestro estudio demostrará que este modelo se aplica en forma análoga y similar en diferentes áreas del quehacer humano. Las áreas de las que específicamente nos ocuparemos son todas ellas nocivas para la salud y el desarrollo saludable del ser humano, como ocurre en las actividades relacionadas con la generación de contenidos televisivos de muy baja calidad —la TV basura—, en el ejercicio político dominado por argumentos falaces y sofísticos y en las actividades del narcotráfico, entre otras.
En principio podemos decir que el modelo que nos ocupa trata de la distribución y consumo, por parte de un segmento considerable de la sociedad, de un producto o servicio determinado. El producto o servicio en cuestión es esencialmente, en los casos que nos ocupan, nocivo para la salud, el bienestar y el desarrollo humano, considerando este no solamente desde el aspecto de la salud física, que sin duda se encuentra incluido, sino también abarcando los aspectos de salud psíquicos, emocionales, mentales y espirituales de la persona. De esta manera, entonces, este producto o servicio se descubre complemente nocivo para el funcionamiento actual normal y deseable, y para el desarrollo futuro del ser humano considerado integralmente, en sus distintas dimensiones.
El modus operandi puede resumirse en los siguientes pasos:
1) La existencia de un producto o servicio nocivo y perjudicial para el ser humano. Este producto o servicio es generado o producido por personas, grupos de personas u organizaciones que, en su operar y con relación al producto que ofrecen, tienen sin cuidado el bienestar y la salud del ser humano, ya sea que se trate de la salud física, psíquica, emocional, mental o espiritual. Su operar se caracteriza por una falta completa de escrúpulos y por violar sistemáticamente los valores más profundos que caracterizan a la especie humana.
2) El producto o servicio se ofrece mediante determinados canales de distribución, legales o ilegales, al público en general, pero recibe mayor adopción y es mayormente consumido por las personas que pertenecen a los estratos sociales más indefensos, de menores recursos económicos y que se encuentran más expuestos a conductas de riesgo. Esto significa que el consumo de estos productos se profundiza en los sectores de la población que son especialmente vulnerables a los mismos.
3) Existe un aval, connivencia o complicidad explícita o implícita de los organismos de control y de las personas que los conforman, ya sean estatales o privados. Estos organismos y personas son los encargados de velar por el cuidado y la seguridad de las personas correspondientes a los estratos sociales con mayor riesgo y vulnerabilidad, en las cuales el producto o servicio nocivo cala más profundamente. Estas personas y organizaciones, atentando contra la propia naturaleza de su función y contra la vocación de lo que han elegido, en lugar de ejercitar su acción de cuidado y protección, se corrompen y prostituyen, entregando en bandeja la cabeza de sus supuestos protegidos al lobo de turno.
4) La población en riesgo que consume el producto en general se hace altamente adicta al mismo, agravando su problema y haciendo cada vez más compleja su solución. Esto genera masas de consumidores dedicados y constantes de los productos o servicios nocivos, con el consiguiente perjuicio social.
5) Se produce un gran retorno monetario para los actores que generan el producto nocivo, una parte del cual puede ser destinado a comprar las voluntades de quienes, corrompidos y prostituidos, tienen que velar por el cuidado de las personas en riesgo.
6) El gran retorno de dinero hace que se reinvierta cada vez más en el producto inicial y en el pago de coimas a funcionarios corruptos, cerrando el círculo vicioso que ilustra esta actividad.
El siguiente esquema trata de ilustrar lo manifestado:
El caso de la Tv basura
Que el modelo operativo precedente ilustre el funcionamiento de las organizaciones dedicadas al narcotráfico no le sorprenderá a nadie. Lo que sí puede sorprender es el hecho por nosotros verificado de que la generación de contenidos basura para la televisión sigue un modelo operativo idéntico. Cuando hablamos de los contenidos de la, así denominada, televisión basura, nos referimos a contenidos televisivos que, no solamente no educan al ser humano, sino que atentan contra su dignidad y valores más profundamente humanos. El hecho de que un programa televisivo no eduque al televidente, no necesariamente lo transforma en un exponente de la televisión basura, ya que existen muchísimos ejemplos de programas de excelente calidad que no necesariamente educan al televidente. De hecho, no se supone actualmente que la tarea primordial de la televisión sea educar, aunque este es un tema discutible.
Sin embargo, cuando la programación televisiva atenta, lisa y llanamente, contra los valores humanos más profundos, contra lo que específicamente de humano tiene el ser humano, estimulándolo a reducirse a sus aspectos más bajos y elementales, podremos tener un claro indicio de que nos encontramos frente a un exponente de la televisión basura. Todo ejercicio televisivo que no reconozca, honre y estimule el crecimiento y desarrollo del ser humano en forma integral, considerando sus aspectos físicos, psíquicos, mentales y espirituales, puede ser considerado genéricamente como televisión basura. Los ejemplos sobran. Entre ellos habremos de mencionar a los programas donde podemos apreciar un humor chabacano y de bajo contenido artístico, sin un guión o idea definida, caracterizado por insultos constantes y bromas de muy mal gusto. Programas donde las mujeres y los hombres, casi al borde de la más extrema pornografía, se desnudan en cámara a cualquier horario, ejercen juegos de alto contenido erótico y simulan relaciones cuasi sexuales. Programas que estimulan el juego de azar compulsivo, estimulando a sus televidentes a votar por las cosas más intrascendentes mandando mensajes de texto por celular. Etc., etc.
Todo el abanico de personas que se encuentra detrás de la ideación y realización de este tipo de programas, obsesionados por el rating y por los suculentos ingresos que dejarían de percibir si el mismo bajara, no dudan en violar y perimir todos los valores que hacen que el ser humano sea un ser humano y no un animal. Este tipo de programación procura un reduccionismo del ser humano, “animaliza” al televidente, ofreciendo solo alimentos de muy mala calidad para sus dimensiones más bajas.
El ser humano prostituido
La peor especie que opera detrás de estos sistemas viciosos, sin embargo, es la de las organizaciones y personas que se han comprometido y han manifestado su vocación de velar por la salud de las personas. Renunciando a sus propios principios, las venden al mejor postor. Ya que los productores y generadores de la televisión basura no necesariamente han de poseer la intención de cuidar la salud de sus consumidores, ni nunca han de haberse comprometido en ello, no son la especie más nociva, mediocre y pusilánime —de alma pequeña— de este perverso sistema, como sí lo son quienes, habiéndose comprometido a cuidar de alguien, no solo no lo cuidan, sino que lo entregan servido en bandeja a sus depredadores. Es el ser humano prostituido, profundamente corrompido, que vemos habitualmente ambular, entre otros muchos sitios, por los corredores de organismos de control televisivo, por juzgados y muchos otros entes de control.
La palabra prostitución deriva del término latino compuesto: pro y statuo. Pro significa “delante de”, y statuo significa “estar parado”, pero también significa disponer de uno mismo. Así, la palabra prostitución en principio nos remite a algo que está parado delante de…, algo que se ofrece, que se muestra, que está en venta. Así, esta primera acepción nos dice que la persona prostituida tiene algo para vender y se encuentra en una actitud de mostrarlo para venderlo, usualmente al mejor postor. También, comparativamente, prostituir significa profanar. Lo profano es lo que ha dejado de ser sagrado, lo corrompido.
Sintetizando, entonces, la persona prostituida es una persona que se encuentra en una actitud de mostrar algo que tiene en venta, buscando el mejor postor, a través de lo cual llega a corromperse, a dejar de ser sagrado, a perder su grandeza humana.
El hecho de prostituirse en el ser humano en general, responde a un modelo bastante sencillo y particular. En primer lugar ha de tenerse algo sumamente valioso para la esencia y naturaleza misma del ser humano. Recordemos que en el caso del ejemplo tradicional de la prostitución corporal sexual, las mujeres u hombres prostituidos poseen algún sumamente valioso para la naturaleza del ser humano, lo que en ese caso que su propia intimidad y sexualidad. Eso sumamente valioso, debe ofrecerse en venta a cambio de dinero u otro bien, logrando, al momento de llevar a cabo la transacción, perder eso valioso que poseía la persona. Esto le hace transformarse en un persona profanada y corrompida, renunciando por ese hecho a la posesión misma se eso sumamente valioso, y perdiendo parte de su dignidad como ser humano.
El funcionario que no vela por lo que se ha comprometido a cuidar, es la más execrable de las prostitutas ya que, emulando maravillosamente la actividad, se pavonea frente a los potenciales compradores del bien que cuida, entregándolo al mejor postor, renunciando a su visión y misión.
A veces pedimos a Dios que haga de este mundo un mundo mejor. ¿No somos acaso nosotros mismos, los seres humanos prostituidos, quienes hemos hecho de este posible paraíso un infierno?
Por Hugo Landolfi, filósofo
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gracias, por este espaciop `
felizmente ahora existe internet
con blog como el suyo y otros mas en donde uno recurre a alimento mental y espiritual que hace posible que crescamos como personas. y como humanos
una gran bendicion su espacio
gracias
un abrazo
cristobal